lunes, 24 de diciembre de 2012

Los Peces II

Podrías dormir pero los ojos se niegan a cerrarse
Podrías abrigar tu cuerpo tembloroso pero las manos no se mueven
Sólo esperas en medio de la oscuridad nocturna 
Por si vienen otra vez los pasos pesados, las burlas, los gritos
Es necesario un estado de alerta permanente
Alguien debe proteger a los peces

Llevaba días así, sin dormir. Vigilando desde la entrada de la Casa hacia la calle, con los peces en un frasquito atado a su cintura. Es cierto que quizás estuviesen más seguros en algún rincón lejano de la casa, pero Yo Niña, temerosa de que alguien pudiese descubrirlos y ella no pudiese defenderlos, optó por tenerlos siempre a su lado.

Por qué cuidaba tanto de aquellas dos pequeñas criaturas? tan aparentemente insignificantes. Quizás fuese porque le habían hablado y pedido expresamente que así lo hiciese...porque la habían "escogido". Lo cierto era que, a pesar de que desde que los encontró todo parecía ir de mal en peor, obtenía un extraño consuelo de la presencia silenciosa de aquellos peces.

Finalmente había optado por quedarse. Podría haberse ido, de la misma forma que podría haber hecho tantas otras cosas. Pero la Casa era suya, tan suya como lo eran sus manos o sus ojos. Y de la misma forma en que no se renuncia a éstos, ella estaba dispuesta a defenderla con su vida si era necesario. Pues la Casa era el único hogar que conocía y toda la patria que necesitaba y sabía que si la perdía, nada más podía importar en su vida.

Además, a pesar de las palabras de los peces, secretamente esperaba la vuelta de las mujeres. Mujeres que con su risas y conversaciones espantasen el silencio mortal que se había apoderado del lugar. Mujeres que se ocupasen de repararlo y embellecerlo. Mujeres que llorarían por llorar, por las otras, por lo pequeño, por lo grande. Y mujeres que se alegrarían pues la vida es bella, por muchos que sean los afanes de ésta.

Sí, más allá de toda lógica y toda esperanza, esperaba el regreso de las mujeres. No, esperaba el regreso de su familia. Y cuando regresasen, les presentaría a los peces y los podría dejar en un acuario de verdad, con plantas y adornos para ellos. Nada era imposible con tantas manos habilidosas. Si tan solo esas manos estuviesen con ella...

Los peces habían dicho que la ola se las había llevado...

Pero toda ola debe romper en algún lugar

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