domingo, 7 de abril de 2013

Manos limpias

Una mártir, eso dijeron de mí una vez. Pero no lo soy, el martirio requiere de una total inocencia para ser meritorio del cielo, no es así? Y no la tengo. Fui la perfecta ya un montón de veces. La muñeca de porcelana que todos temían quebrar si no tenían cuidado con sus palabras, si es que no velaban sus actos. Una muñeca a cuerda, equipada para servir la comida y dar besos sin valor. Así era perfecta, no les parece? Una presencia eternamente sonriente y colorida, si no llegaba a romperse, claro.

Ante el mundo tengo las manos limpias. Puedo decir "fui tan buena que no tengo responsabilidad en esto!". Sólo que no es la verdad. Ante sus ojos puedo serlo pero sólo yo sé hasta que punto esa percepción es errónea. Hay poco de santo en mi silencio.

El amor es un castillo de cartas que con el menor soplo puede derrumbarse. Yo seré la guardia armada del castillo, contra todo, incluso contra nosotros mismos. Que los amé en su momento no es mentira. Lo hice con todo lo que tenía. Incluso con mi orgullo, que al final, era lo único que quedaba. Lo único que me impedía correr. Porque amar y luchar por amor son parte de él. Es una prueba más para mi propia fuerza. Siendo derrotada, sólo me quedaban un par de lágrimas y rabia que masticar.

No puedo ser una mártir. Me falta dulzura para eso. No estoy orgullosa de lo que he hecho. No me siento orgullosa de esos amores. No puedo estarlo porque son amores corruptos por deshonestidad, resentimiento y pánico. Y la mujer que fui en ellos...no quiero volver a serla.

Así que no, no tengo las manos ni la conciencia limpia. Jamás la tendré.

No hay comentarios:

Publicar un comentario